Me dió un abrazo tan grande que podría haber abarcado el mundo entero. Sus manos apretaban mi espalda y mis ojos humedecidos se convirtieron en las goteras de mi alma. No sabía hasta ese momento que lo había extrañado tanto. Pero desde ese reencuentro, quizás desde siempre, supe que jamás lo había olvidado. Jamás lo había dejado de amar.
-No puedo prometerte que esto realmente funcione, Eva. Pero espero que entiendas que no quiero estar sin vos.
Listo. Con eso me bastaba. Yo tampoco quería estar sin él. Sí podía. Sí pude. Pero ya no quería y ahora solo quiero que este abrazo dure para siempre.
-Manuel te esperé tanto. Sin saberlo, espere y desee tanto volverte a ver. Con vos me siento a salvo.
"Con vos me siento a salvo". Eso le dije? no puedo creer que lo tenga tan idealizado. Pero si. Con él mi corazón late mas fuerte, me hace sentir viva, me llena, me completa, me revive, me nutre, me inspira. Tantas cosas me hace sentir.
Nos teníamos que separar. Tiempo atrás ya no podíamos seguir estando juntos. Él y yo eramos uno. Y cuando dos personas se convierten en una se pierde individualidad y pasa lo que pasa con uno mismo, somos dos a la vez. Dos partes. Blanco y negro. Amor y odio. Bueno y malo. Todo en uno. Y eso es muy difícil de mantenerlo. Éramos uno y sin embargo nos escindíamos. Y nos separábamos cada vez mas. Quizás si no hubiésemos atravesado esa etapa de querer hacer fusión y nos respetábamos tal y como éramos no hubiese elegido irse cuando recibió la carta de su hno. desde Barcelona, brindándole alternativas a su vida conmigo. Por eso, o quien sabe por qué. Pero se fue. Y nos perdimos.
-Sabés una cosa? no me importa que me prometas nada Manu, solamente una cosa es imprescindible para que hablemos de un "nosotros". No tengamos miedo. El miedo no sirve, es peligroso. Probemos, veamos que sale, intentémoslo y vamos tanteando el terreno. Si?
-Si. Amo tus labios, princesa. No me los perdería de nuevo por nada.
Esa tarde hicimos el amor. Y prometimos levantarnos durante 15 horas. Yo no me había bañado, conservábamos el olor de la pasión en nuestros cuerpos. El deseo de entregarnos uno al otro y quizás también el miedo a que esa magia se esfume hicieron que nos quedemos abrazados por un largo tiempo. De nuevo esa palabra, miedo. MIEDO. Es demasiado peligrosa, si. Pero qué sería del amor sin un poco de temor de perder al otro? El temor nos paraliza, no nos permite avanzar. Y sin embargo nos posibilita a movernos en el sentido contrario para evitar rupturas, para no despedazar lo que tanto cuesta construir, para adivinar quién es el otro, que es lo que puede, que es lo que quiere. Ese día, al reencontrarnos, emprendimos la búsqueda de una respuesta a la pregunta que manteníamos latente. Hasta donde estamos dispuestos a llegar por el otro? Pero ya no por miedo, si no por amor.
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