Esta es la clásica historia que suelen contar las abuelas. A mi me la contó la mía hace ya mas de diecinueve años. Es increíble como pasa el tiempo y yo aun la recuerdo como si me la contara cada día. Digo que es clásica porque transcurre en un pueblo y al final del cuento, la gran moraleja. Pero no es una historia común. Principalmente porque para mi tiene un significado especial.
La tarde en que ella me relató esta historia yo venía muy enojada de mi clase de ballet, enojada, frustrada y triste también. Tenía solamente siete años y no estaba preparada para experimentar cierto tipo de vivencias que los grande vivimos de otra manera. La profesora de ballet nos enseñaba pasos con raros nombres en francés que nunca supe pronunciar y teníamos que ir pasando en fila mientras realizábamos las prácticas. Cuando llegó mi turno di un mal paso, giré, caí y para decepción mía mis compañeras se rieron a carcajadas. Con lágrimas en los ojos me levanté y salí corriendo al vestidor con mi tutú rosado y mis zapatillitas de ballet. Me sentía por primera vez decepcionada por no poder realizar aquellos pasos que las demás aprendices realizaban a la perfección. Cuando llegue a la casa de mi abuela le conté lo que me había pasado expresándole mi resignación. Le dije que quería ser bailarina pero si los pasos no me salían no iba a lograrlo nunca. Y ella me contó esta historia:
"En un pueblo chiquito vivía junto a su familia, una bonita y dulce niña llamada Sofía. Su mamá tenía un pequeño puesto de dulces artesanales y su papá trabajaba como carpintero en un modesto local junto a la casa. Eran muy humildes, no tenían grandes posesiones ni sueños de grandeza. Pero ella tenía un deseo. Un profundo sueño de ser bailarina de ballet. Llegaban cada tanto al pueblo artistas que solo pasaban por ahí para reunir víveres y seguir con su viaje. En una ocasión pudo asistir a una pequeña función que realizaban un grupo de artistas callejeros y se asombró de ver esos vestidos de tul y la gracia con la que se desenvolvían las bailarinas y supo desde ese momento que ése sería su destino. Su mamá pudo apreciar el brillo en sus ojitos y vio la admiración con la que su hija miraba el acto. Mientras iban caminando de vuelta a su casa tomadas de la mano, con gran tristeza le explicó a la niña que la vida en un pueblo no es como la vida en la ciudad. Para quienes viven allí es difícil aspirar a grandes lujos y a escuelas caras. Enviarla a una escuela de danza era un lujo que su familia no podía darle. Sin embargo eso no hizo que la niña abandonara su deseo de convertirse en bailarina. Le dijo a su mamá que la ayudaría con la labor de hacer dulces así podía ganarse algunas moneditas extras y con el dinero que junte pagaría las clases que dictaban dos veces por mes en el salón de reuniones del pueblo, dados por artistas que viajaban a enseñar ballet y otras danzas.
Sofía comenzó a pasar mas tiempo en el negocio de su mamá, ayudándola con el quehacer culinario. La producción se incrementó considerablemente porque con sus pequeñas manos pelaba las frutas y adquirió la habilidad de hacer arreglar los frascos tal como lo hacía su mamá. Cuando su hermano mayor volvía de la escuela salían juntos a repartir los dulces en la bicicleta. Con el tiempo pudo ir juntando el dinero necesario para pagar las clases de dos meses pero la señora que tomaba a las alumnas le explicó que no le serviría de nada hacer clases de esa manera porque para cuando vuelva a reunir el dinero para pagar el resto ya se habría olvidado de lo aprendido. A Sofía pareció no importarle demasiado lo que aquella mujer le dijo. Así fue que entusiasmada fue aprendiendo lo que le enseñaron en las escasas clases a las que pudo ir y el tiempo que tardaba en volver a juntar el dinero para seguir pagándolas lo ocupaba ensayando una y otra vez los pasos aprendidos. De a poco esa niñita con deseos de convertirse en una bailarina de ballet y con la fortaleza y la integridad necesarias para lograrlo pudo hacer su sueño realidad."
Y mientras abrazada a mi muñeca mi abuela me contaba el final de la historia, pude saber que no importa cuán lejano y difícil de alcanzar parezca un sueño mientras nos quede en el corazón la llama de la pasión encendida. Acariciándome el pelo y arropándome me dijo:
"Si te sirve de algo, nunca es demasiado pronto, o en mi caso, demasiado tarde para ser quien quieres ser. No hay límite en el tiempo. Empieza cuando quieras. Puedes cambiar o no hacerlo. No hay normas al respecto. De todo podemos sacar una lectura positiva o negativa. Espero que tú saques la positiva. Espero que veas cosas que te sorprendan. Espero que sientas cosas que nunca hayas sentido. Espero que conozcas a personas con otro punto de vista. Espero que vivas una vida de la que te sientas orgullosa. Y si ves que no es así, espero que tengas la fortaleza para empezar de nuevo."